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La sucesión es el desorden de un sintagma, sólo así se la puede ver, porque el cuerpo está detrás de la letra (la afinidad del estilo con lo femenino, o con lo masculino en tanto tal).
En lo que hace a la dimensión del sentido, el orden nunca puede ser binario: La conciencia se binariza en el saber, o se aleja de lo que responde: La diferencia.
Hacer el amor es un incidente gramatical. Es incurable.

La pregunta es por lo que no puede tener teoría.

15 o tal vez 39 (o 45)

La bruja fue el grito de lo femenino y a la bruja se la quemó.
Con la brujería resurgió lo que el infierno binario ocultó sobre la farsa del cielo que esconde: la asimetría de los fantasmas fue silenciada por sobre todo desde una falsa oposición (“un” 2).
La seducción del limbo (numero decimal) como tercer elemento se empecinó en sostener la sucesión con el candado en el que Dios no sólo es hombre sino a la vez “todopoderoso”.
“Que intervenga la bruja” fue el grito ante la inesperada visión de los demonios.
Poner un Dios en el cielo es seguir en el infierno.
Los del puente no están engañados. El Diablo engaña.